Siempre he podido diferenciar entre el Pérez-Reverte de Twitter y el escritor de novelas, principalmente por no haber estado en Twitter.
Hay una frase típica española que me quema la sangre, muy usada en materia de colegios y enseñanza: «Es muy humilde el niño», dicen. Argumentado como elogio, naturalmente… Lo que, traducido, viene a significar: «Ya ha contraído, gracias a Dios, la enfermedad tan española de la sumisión, la hipocresía y el silencio».
—¿El español?… De ése no me hable. Envuelto en su capa y en sus quimeras, despreciando cuanto ignora, que es casi todo, duerme la siesta bajo la sombra de cualquier árbol, esperando que la Providencia le procure sustento y le saque de apuros.
¿Imagina esta ciudad con un noble o un obispo colgados en cada uno de esos faroles?… ¡Qué espectáculo grandioso!… ¡Qué lección para el mundo!
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