Nuestros abuelos usaban fotos y grabaciones de audio para recordar sus mejores momentos. Estaba bien, mejor que no tender nada, como los abuelos de nuestros abuelos.
Los avances tecnológicos nos trajeron el almacenamiento biológico, almacenando de forma casi ilimitada datos en neuronas sintéticas. Dadas las similitudes con las neuronas naturales, pronto supieron no sólo almacenar datos, si no los propios recuerdos; una gran base de datos de recuerdos almacenados en algo tan pequeño como un huevo de codorniz.
Mediante el Simbiotech, un casco de electrodos que se ponía en la cabeza, podías sincronizarte con la neurona y empezar a rememorar tus recuerdos como si los estuvieras viviendo de nuevo.
Había quien sólo se quedaba los recuerdos más bonitos, otros los más impactantes, otros los peores recuerdos de su vida, ya olvidados muchos de ellos.
Era curioso revivir cómo veías el mundo cuando tenías 3 meses de vida, un año, o recordar tu primer amor, tu primera vez, el entierro de tu perro, o lo que cada persona quisiera.
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