Érase una vez un pueblo muy pequeño a orillas del mar. El pueblo tenía un castillo con un catalejo usado para vigilar.
De repente un día el vigilante empezó a gritar: "¡Que viene el pirata fantasma Barbanegra... CORRED!".
Y todo el mundo empezó a correr. Se metían en sus casas y cerraban la puerta con llave, las ventanas, las persianas y echaban las cortinas. Las plazas se quedaron sin gente, los colegios sin niños, las calles solitarias.
Un niño que pasaba por allí paró a un señor que iba corriendo:
El niño no entendía como la gente tenía miedo de algo que no habían visto nunca. Así que se dispuso a ir a la playa a ver en persona al pirata fantasma Barbanegra.
Cuando llegó se escondió detrás de una piedra muy grande y vio cómo el barco había atracado y los piratas bajaban por la pasarela. El último en bajar fue Barbanegra.
Cuando bajó del barco miró a la piedra y vio que algo se movía:
Subieron al barco y comieron macarrones con queso, hamburguesas, patatas fritas con ketchup, flan, fruta, y el niño al final acabó inflado de tanto comer.
Después de un rato hablando, el niño lo invitó al pueblo:
Lo cogió de la mano y fueron todos al pueblo:
Poco a poco la gente fue asomándose y algunos salían de casa y todo. Se dieron cuenta de que los rumores no eran ciertos y que Barbanegra era un fantasma, si, pero era bueno, así que celebraron un gran banquete. Hubo comida, bebida, música, baile, y se hicieron fuegos artificiales.
A partir de ese día, el pirata fantasma Barbanegra se hizo amigo de las gentes del pueblo, y cada vez que volvía hacían una fiesta para celebrarlo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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