Érase una vez una abeja que iba volando por el bosque de flor en flor cogiendo polen con las patitas para hacer miel. Estaba tan ensimismada que no se dio cuenta que se había alejado mucho y se perdió.
Lloraba la abeja. Un caracol que pasaba por allí se acercó y le dijo:
Nuestra abeja fue a ver al señor gusano. Al cabo de unos metros vio al señor gusano sobre el tronco de un pequeño árbol.
El gusano empezó a subir por el árbol, pero era tan pequeño que nada pudo ver.
La abeja se marchó volando. Dio vueltas y vueltas pero no conseguía encontrar el camino a su casa. Sentó en una hoja y empezó a llorar.
Una mariquita que pasaba volando por allí la escuchó y bajó a ver qué pasaba.
Levantó el vuelo hasta rebasar las copas de los árboles desde donde se veía todo el bosque y miró a su alrededor, hasta que en el horizonte vio un árbol rojo muuuuy alto.
La mariquita bajó corriendo muy contenta.
Y las dos, abeja y mariquita, levantaron el vuelo y subieron por encima de los árboles hasta ver el árbol donde vivía la abeja, que estaba muy contenta.
Cuando llegaron, la abeja le dio las gracias y le regaló un tarro de miel. La mariquita se puso muy contenta, porque a las mariquitas les gusta mucho la miel. Se despidieron y la mariquita se marchó a su casa, que ya era de noche.
Cuando llegó a su casa, cenó la miel que le había regalado la abeja, y después de lavarse los dientes y hacer un pipí, se fue a dormir.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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