Tal vez a falta de otro título mejor, una poética de la procrastinación permite reflexionar sobre la potencia de un «defecto» que contradice la linealidad, tanto cronológica como discursiva, de ese esperpento llamado «productividad».
Lo útil, lo continuo del progreso, la «superación» personal y demás mitos del tardocapitalismo aletargado son medidas obsoletas de pensar que el tiempo existe y de creer que hay algo que debe hacerse para «cubrir» el vacío aparente que implica suspender las actividades obligatorias...
No hay nada que hacer cuando todo queda suspendido y por eso ocurre el desliz.
Los míos son como esto:
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