Vamos a culpar a los demás.

Es la manera más fácil de no reconocer que estamos equivocados, vamos a culpar a los gobiernos de todos los países por permitir que suceda, por permitir que se cree un problema que nosotros mismos hemos creado. Vamos decir que no nos habían avisado, que debía haber más regulación, que claro, estas cosas no deberían ser así (razonamiento válido para cualquier circunstancia sobre la cual no se tiene argumento), porque nosotros, como adultos responsables que somos, culparemos a nuestros dirigentes de no haber sabido actuar ante un problema que nosotros mismos hemos creado. Porque para eso nosotros, que llegamos a casa y lo primero que hacemos es mirar nuestro smartphone mientras nuestros hijos reclaman nuestra atención, no hemos hecho nada…

Porque ahora es cuando nos quejamos, desde la comodidad de nuestros smartphones, pero nos quejamos de que los jóvenes de hoy en día están enganchados a sus teléfonos ¿nosotros? Nosotros lo miramos solo un rato...ahora...y ahora...y luego...¡es por trabajo...incluido ese baile que estoy viendo en una red social!, nos quejamos de lo que hemos enseñado a hacer, al fin y al cabo es lo que todos hacemos ¿verdad? Porque para eso están nuestros smartphones, para que se usen de manera constante, pero si lo hacen los demás ¡estás todo el día pegado a tu teléfono móvil!

Y entonces nos quejamos de los jóvenes, término el cual nadie sabe entre que rango va porque todo varía depende de la persona a quien le preguntes, nos quejamos de que están todo el día conectados, y nos quejamos curiosamente a través de aquello que estamos criticando, ahí, con un par. Porque si nosotros, como sociedad supuestamente evolucionada que somos, hubiésemos educado antes que haber dejado, quizás las cosas serían distintas. Nos quejamos de los jóvenes, de que no saben hacer otra cosa que estar conectados a sus teléfonos móviles ¡solo sabéis jugar con la maquinita esa! Diremos desde nuestro smartphone. Y en cierto modo hemos acertado, al fin y al cabo deberíamos preguntarnos de que nos estamos quejando exactamente ¿de que no sean como nosotros? Por suerte, si llegan a ser como nosotros les estaríamos criticando por no evolucionar, pero nos quejamos de hacer lo que hemos enseñado a hacer, al fin y al cabo nosotros mismos lo hacemos.

Damos un smartphone a nuestros jóvenes ¡toma y deja de tocar los h**! es simple: si no habla o no hace ruido no molesta, así me dejan en paz para estar con mi smartphone tranquilamente, haciendo lo que yo no quiero que hagan. Que esto no quiere decir que todos los hagan, generalizar es el primer paso la ignorancia, por suerte hay jóvenes que no son muy amantes de los smartphones pero a los que vamos a apartar por ser bichos raros, al fin y al cabo los jóvenes necesitan socializar ¿y que hacemos? Aislarlos tras una pantalla, ahí, mostrando nulo sentido común. Pero nos quejaremos por ello, y culparemos a nuestros dirigentes, el recurso fácil, ellos al fin y al cabo no se van a enfrentar verbalmente con nosotros, si no replican será porque llevamos razón, ahí, sacando orgullo.

Y entonces sucede algo ¿buscamos una solución? No queremos que nuestros jóvenes estén todo el día conectados a un smartphones, nos limitamos a quejarnos, así de simple o el “ a mi que no me molesten que no es mi problema”, y no, no lo es, es de todos (de nada). Que no vamos a negar que se usen los smartphones, al fin y al cabo esto no va de criticar el uso de estos dispositivos, nosotros mismo los usamos pero con sentido común. Pero ¿enseñamos a nuestros jóvenes alternativas? Que no sea algo que pase por una pantalla, directamente no, llegamos a casa y nos ponemos a mirar nuestro smartphone siendo esto lo que ven nuestros hijos, somos un reflejo de lo que serán, somos aquello en lo que se reflejan, si no ven otra cosa ¿que esperamos que hagan, algo distinto? Por favor… No enseñamos a elegir un libro (que al fin y al cabo es tan simple como “elige el que más te guste”), no enseñamos el arte de la caligrafía, esa que curiosamente tanto gusta pero que bueno, que lo hagan otros, no enseñamos a tocar un instrumento, eso conlleva algo que curiosamente no queremos perder: tiempo con nuestro smartphone. Y no, no es “solo estoy mirando una cosa”, eso sabemos que es “solo estoy mirando una cosa...y luego otra...y otra...y otra”, queremos que nos dejen en paz para pasar tiempo con nuestros smartphones pero que no lo hagan ellos, les criticaremos.

Hemos creado un modelo de juventud el cual criticamos por haber tomado como referencia a nosotros mismos. Un modelo que se queja por todo ¿de quien lo habrán aprendido…? Una juventud repleta de frustraciones ¡bienvenido a las redes sociales, vamos a hundir tu moral!, una sociedad que el único tiempo que valoran es el que pasan mirando la pantalla de un smartphone, porque en ese tiempo nos han dejado en paz ¿verdad? Así que cuando demuestren que son lo que hemos creado, los vamos a criticar, así de simple. Quizás no les hemos mostrado alternativas, a gestionar un tiempo que no van a recuperar, le hemos soltado ante un dispositivo móvil y venga, aprende tú solo algo que te podía enseñar yo pero no haré porque estoy demasiado ocupado ¡mira, un nuevo baile!

Así que vamos a quejarnos por educar en el ámbito del “toma y calla”, de anular las alternativas, nosotros mismos las tenemos pero ¿las aprovechamos? Permitirme que dude. Porque desde luego nadie está hablando de anular ¿anular el uso de los smartphones? Sería absurdo y contraproducente, pero si dar alternativas, si a una persona joven le das a elegir entre un smartphone o un libro, cogerán aquello que nosotros mismos tengamos entre las manos, y algo me dice que no será lo que tenga folios.

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