No hace falta que me digas nada…
Y ya, ya se que esta mañana te has levantado con el sol ya en todo lo alto, se que has dormido bien de la misma forma que ¿aguacates para desayunar? Veo que ya llevas varios días con esa dieta, así me gusta, una persona “fit” ¿Y la sesión en el gimnasio? Te está quedando una figura estupenda, quizá ese modelito nuevo ayude a marcar tus curvas, mirate, que guapa te ves en el espejo. Y luego por la tarde ¿en serio toda esa merienda es para ti sola? La presentación es buena, aunque ya sabes, hay que reponer fuerzas para noche de chicas, así que tranquila, esto quedará entre tú, yo y millones de personas, pero tranquila, es tu privacidad.
Suena irónico, lo se, hemos asimilado que debemos contar nuestra vida en la red, hemos asimilado que si te haces un selfie tienes que publicarlo en Instagram, el único requisito es que salgas bien y para ello hacen falta docenas de selfies para publicar solo una mientras que el resto, quedará en la memoria de tu smartphone. Hemos asimilado que debemos publicar todo cuanto hacemos en nuestras vida, tan solo los “raritos” no lo hacen, a esos les llamaremos...no, no les llamaremos, les apartaremos ¿que hacen en la red si no dicen que hacen? ¿acaso esconden algo? Deben contar su vida en la red, decir que hacen, contar con quien están, que están escuchando, que lugares están visitando, sino ¿para que se conectan?
Dejame que te cuente algo: son libres.
Contamos nuestra vida en la red, da igual quien o que nos vea, la contamos, necesitamos exponernos públicamente ¡abajo la priva..priva...privac...no sale!, lo dejaremos a ver si sale cuando tengamos que quejarnos. Sin darnos cuenta nos hemos convertido en máquinas de soltar datos, somos una sucesión de acciones que aportan datos, y esos datos importan, importan porque eso es lo que vende: eres un sujeto que aporta datos y con ellos te podemos vender lo que queramos, al fin y al cabo lo has consentido, que no hayas leído las políticas de privacidad no es nuestro problema, al fin y al cabo están ahí, docenas de folios con tipo de letra bastante más pequeña de lo habitual y cargada de tecnicismos, que no te lo leas no es nuestro problema, así que gracias por cedernos tus datos, gracias por no leer esas políticas.
Es algo que cualquiera que se mueva mínimamente en temas de seguridad informática ya sabe, en cuanto nos conectamos a un dispositivo ya estamos aportando datos, estamos diciendo donde estamos, a que hora nos estamos conectando, que dispositivo estamos utilizando o que páginas estamos visitando entre otros muchos datos. Nuestro navegador se ha convertido en un portapapeles que recopila toda esa información para luego ser vendida, somos datos en venta. Y no, el modo incógnito no sirve, es una quimera que lo único que hace es hacerte creer que no sueltas datos, de acuerdo: no se guardan los lugares que visitas en tu navegador pero si que las páginas que has visitado saben que has estado.
Pero ¿de que sirve si luego nosotros mismos somos los que vamos contando nuestra vida por internet? Somos seres torpes, debemos asumirlo, porque de ser conscientes de la cantidad de datos que estamos aportando al mundo cada vez que nos conectamos a la red directamente no navegaríamos. Nos han enseñado que debemos mostrarnos públicamente porque si no lo hacemos ya somos los bichos raros que seguro que tienen algo que esconder, es algo que se escucha en infinidad de ocasiones, si no cuentas tu vida se te aparta, quedas en silencio. Pero es algo curioso: cuanto más te silencias más cómodo te sientes en tu libertad, puedes hacer lo que te apetezca sin que nadie tenga que juzgarte, eres libre porque no dependes de lo que digan los demás, tus gustos, tus aficiones, tu vida al fin y al cabo, y no contarla te hace tener control total sobre ella, eres un bicho raro ¿y?, eres libre, no todo el mundo puede decir lo mismo.
Y de repente ¡mi privacidad! Vamos contando nuestra vida por la red pero cuando algún medio sensacionalista cuenta que tal empresa recopila nuestros datos ¡mi privacidad!, ponemos el grito en el cielo y nos quejamos abiertamente, en la red, usando los mismos medios a los que estamos criticando, coherencia en estado puro y duro. Nos quejaremos de que vulneran nuestra privacidad, porque quitar los metadataos de las fotografías que subimos a la red y que exponen mucha más información de lo que la gente piensa, ya eso no. Nos quejamos que vulneran nuestra privacidad, y lo hacemos a través de redes sociales a las cuales hemos dado nuestro número de teléfono o incluso una fotocopia de nuestro D.N.I. y lo haremos desde un navegador de los principales. Luego, cuando estemos en la calle hablaremos con nuestros contactos por teléfono, y nos quejaremos, lo haremos en publico ¿que el novio de tu mejor amiga le ha puesto los cuernos y se está enterando medio vagón del metro? Da igual ¡recopilan nuestra información, eso es inadmisible!
Seamos coherentes, publicar nuestra vida o detalles personales en la red y quejarse por la recopilación de datos es tan absurdo como irónico. De acuerdo, cada persona es libre de hacer lo que quiera con su vida, no podemos prohibir que alguien cuente su vida por la red o se exponga públicamente, de la misma forma tampoco debemos atacar a aquellas personas que no lo hagan, son libres tanto unos como otros. Algo que resulta imprescindible saber es que si no quieres que algo se sepa no lo pongas en la red, si no quieres que algo se sepa no lo digas.
Somos datos, somos una sucesión de transmisión de datos, cada vez que accedemos a la red estamos aportando datos, de acuerdo, hay barreras, hay navegadores que respetan un poco más la privacidad, pero la privacidad absoluta no existen y eso es algo a tener en cuenta. Ya sea un aparentemente inocente dirección de Facebook, la cual ya de por si misma si, aporta un dato a tener en cuenta, ya sea una publicación en Instagram, Twitter (lo siento, seguirá siendo Twitter por más que cambie de logo y nombre) o un baile en Tik Tok, todo aporta datos. Así que tranquilo, no me digas nada...porque ya lo se todo.
text/gemini
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