Después de estar toda la navidad pensando en que el 8 de enero tenía que volver al trabajo, llegó el día. Impartí una hora de clase, llegó el recreo y me rompí.
«Tengo que preparar los trabajos, tengo que preparar el calendario, tengo que preparar tutorías, tengo que, tengo que, tengo que...». Palpitaciones, hiperventilación, opresión en el pecho. Me fui al médico, pedí la baja y hasta hoy.
Esa misma semana empecé con el psicólogo porque me dio otro ataque parecido con un tema que no tenía nada que ver con el trabajo.
Este sería mi décimo curso como docente de educación secundaria, y en el blog ya he expresado varias veces mi cansancio. En 2021 escribí
=> Tengo una relación de amor-odio con mi trabajo,
y a finales de 2023,
=> Agotado.
De hecho, el blog es una prueba muy clara de la relación que tengo con el trabajo. No empecé a hablar de educación o de docencia de forma más o menos activa hasta 2017, en el tercer curso de mi carrera. Esta ausencia de escritos al respecto me parece, cuanto menos, curiosa. Y si miramos lo escrito desde entonces, siempre hay una pátina de insatisfacción profesional.
Aunque casi siempre hago un repaso a finales de diciembre, mis años realmente empiezan en septiembre y cuento mi vida en cursos académicos. Si echo la vista atrás y pienso en mis años tras la carrera, con lo que me quedo es con lo siguiente:
=> Hice un repaso en el gemlog.
=> También hablé de este curso en el gemlog.
Una situación que es habitual (no sé determinar cuándo empezó) es verme a la una de la madrugada, aun entrando pronto el día siguiente, pensando que, si me acostaba, me levantaría para trabajar otra vez. Esos días de correcciones continuas, de preparación de clases o de evaluación. Ahí no llegaba a tener los síntomas del principio, pero sí era ansiedad.
A esto hay que sumarle unas circunstancias entre 2016 y 2020 que también aumentaron la carga mental que acarreaba y que en el curso 20-21 ya pedí una reducción de jornada que la Junta de Andalucía se encargó de modificar para que no sirviera de nada.
=> A principios de 2022 ya fui al psicólogo
porque era incapaz de concentrarme en nada. Logré concentrarme en mi tiempo libre, pero todavía me seguía costando mucho empezar a trabajar, algo que arrastraba también desde hace bastante.
Cualquiera que mire mi situación podrá pensar que no tengo motivos para estar así. Tengo 34 años, trabajo fijo desde los 25, nunca me han mandado trabajar fuera de la provincia, he estado independizado y estoy a punto de mudarme a un piso que me encanta.
La cabeza funciona así. Yo llevo tiempo siendo una montaña rusa emocional, con picos de ánimo y desgana; llevo tiempo pensando que necesito descansar y he seguido tensando la cuerda; llevo tiempo pensando en una excedencia o en una baja... y al final la baja ha llegado sin yo preverlo.
Esto, claro, también afecta a nivel personal. Llevo tiempo en el que estoy mucho más encerrado en mí mismo.
Incluso viajar, que en los primeros viajes me hacía mucha ilusión, a día de hoy me da una pereza enorme si tengo que ir en avión. Esto último quizá es una tontería, pero para mí es otro indicio más de desánimo.
Una cosa tengo clara. Yo voy primero. Quizá he tardado más de la cuenta en reaccionar, pero una vez me ha dado un ataque de ansiedad, lo que no haré es tensar aún más. Otras personas no hubieran dado importancia a ese ataque de ansiedad, o se hubieran visto en la necesidad de seguir trabajando. Yo no tengo esa necesidad.
Durante este tiempo de baja sigo siendo esa montaña rusa emocional. Tengo picos de ánimo y picos de tristeza. Es lo normal en un proceso como este. Poco a poco me iré marcando pequeños objetivos (por ejemplo, escribir) y espero ir a mejor.
Necesito cuidarme. Parar. Descansar. Demostrarme a mí mismo que puedo estar mejor a nivel personal, verme capaz de disfrutar sinceramente de mis aficiones no como una vía de escape de mi trabajo, sino simplemente porque me gustan.
Necesito ser funcional a nivel personal antes de introducir de nuevo la parte profesional.
Esto lleva su tiempo y, por suerte, estoy en unas circunstancias en las que me lo puedo permitir. Me toca cuidarme, y lo demás ya vendrá.
— Adrián Perales / 2024-02-08
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