Nuestra nostalgia está mirando una cajita de doce lápices de colores que contiene todas sus esperanzas. Son semillas de sueños y verdades por descubrir al amparo del papel cuadriculado y no necesita más. Tampoco necesita más nuestra vida ahora.
Recuerdo aquel compañero de universidad que, en la asignatura de Algoritmos y Estructuras de Datos subrayaba con esos lápices y no con los rotuladores fluorescente; no tenía ordenador propio —eran esos tiempos— y aún así no sacaba, precisamente, peor nota.
Seguro que también tienes recuerdos de sencillez, ¿y vida de sencillez? ¿y cuándo y dónde? Quizás sea hora para que, quien lo entienda, haga más importantes sus pequeños.
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