... por poco que se haga, siempre quedará un saldo positivo. El valor de un científico como activista político común es en general nulo, pues raras veces tiene la personalidad requerida, y es un desperdicio lastimoso de su entrenamiento. Y como científico del sistema es negativo para el cambio, pues el mero hecho de cumplir con sus funciones ayuda a disimular los defectos y lo convierte en colaboracionista. Su actividad como rebelde lo libera de su dualidad esquizofrénica y lo prepara para actuar en la nueva sociedad.
— Oscar Varsavsky, Ciencia, política y cientificismo (1969).
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